Las demandas del 18-F se abren paso en la marcha del 1-M
Por María Esperanza
Casullo | Para LA NACION
La marcha del 18-F por Alberto Nisman continuó una larga
tradición de la cultura política nacional: en la Argentina, quien percibe que
ha sido víctima de un daño con causas públicas se moviliza para reclamar a los
responsables y construir solidaridad social para con su causa. La ocupación de
la plaza como espacio material y simbólico de denuncia, de reclamo y de
catarsis es más antigua que la República.
La eficacia de las marchas y las protestas en el imaginario
quedó reforzada luego de 2001. Las concentraciones fueron claves en la
construcción de coaliciones opositoras al Gobierno: en 2004 lo hicieron las
marchas convocadas por Juan Carlos Blumberg; en 2008, las manifestaciones en
contra de la resolución 125; en 2012, los cacerolazos; en 2013, la marcha por
las muertes en Once, y el mes pasado, la marcha del 18-F. Hoy el Gobierno
disputará el espacio público con la movilización del 1-M.
Aunque tuvieron características similares, aquellas marchas
mostraron diferentes conformaciones e impactos. Todas abrevaron
mayoritariamente del aporte de los sectores urbanos de clase media, que se
conectan con la política mediante las esferas públicas de la prensa y no
directamente a través de partidos. En todas se verificó una notable dinámica:
los referentes de los partidos políticos marcharon detrás de las víctimas o
referentes sociales: los candidatos no fueron convocantes ni oradores, sino
acompañantes.
Sin embargo, existieron importantes diferencias. Un primer
dato es que la masividad de las marchas no está correlacionada con su impacto
político y electoral. Parecen tener mayor posibilidad de éxito aquellas
movilizaciones que presentan a la sociedad una demanda institucional concreta.
Blumberg demandaba cambios en el Código Penal y los obtuvo; la Mesa de Enlace
quería impedir el cambio en el régimen de retenciones y lo obtuvo. Sin embargo,
nunca quedó muy claro qué querían los cacerolazos y eso ayudó a su dilución.
El perfil social de los que participaron en el 18-F fue muy
similar a las marchas anteriores. Sin embargo, hay rasgos novedosos. Esta
marcha marcó la acción directa y pública de un actor nuevo: una parte de los
fiscales y jueces federales. No existió una demanda, sino varias: la resolución
judicial del caso Nisman, el apoyo a miembros del Poder Judicial frente al
Poder Ejecutivo, la expresión de una identidad opositora al Gobierno, la
solidaridad con las hijas y la familia de Nisman. A diferencia de Blumberg o de
los familiares de las víctimas de la tragedia de Once, ellos forman parte del
Estado y tienen una cuota de poder institucional. Encabezar esta marcha es un
gesto legítimo y democrático, pero que conlleva cierto riesgo político: pasar
de ocupar la posición de un funcionario cuyas palabras están amparadas en la
autoridad que emana de su cargo a personas con discursos públicos, con las
cuales otros pueden discrepar de manera igualmente legítima.
Seguramente la marcha de hoy será grande. Tal vez la
Presidenta elija esta oportunidad para recoger y responder las demandas del
18-F -como lo hizo el kirchnerismo con las demandas de Blumberg- o tal vez opte
por polarizar aún más. Es probable que sea esto último: mientras más cerca
estén las elecciones de octubre, mayor será la tendencia a polarizar. La mayor
diferencia será que la marcha kirchnerista estará destinada a escuchar el
mensaje de un liderazgo único y centralizado, algo que del lado de la oposición
aún está en construcción.
La autora es politóloga y docente.
Actividad:
1-Observe los siguientes datos acerca de las marchas
(excepto la del 2001) que convocaron mayor cantidad de personas en los últimos
años.
2-¿Sabe la causa de dichos movimientos? Compare ambas
imágenes.
3-¿Los ciudadanos en Argentina ejercen sus derechos?
4- ¿Hay participación política en nuestro país?
5-¿Por qué creen que es así? Realizar una opinión personal
no menos de diez renglones de lo leído.
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